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Capitulo 2: El demonio
Después de restablecer la situación entre sus hombres con un par de secas ordenes, haciendo de tripas corazón, el capitán se interno en la oscuridad con una antorcha en una mano y su espada en la otra. Pronto vio una entrada a otra sala, aunque a diferencia de la primera para pasar solo tuvo que agachar un poco la cabeza. Una vez a dentro observó que las paredes en vez de animales estaban completamente pintadas con enloquecedores motivos geométricos. Pero no fue eso lo que le atrajo la atención. En medio había una escultura de un lobo. Era hecha con barro, a mano pues después del pasar de los siglos aun se veía las marcas de los dedos. Aunque era de arcaica factura transmitía una ferocidad que hacía temblar de miedo a quien la viera. Cuando el capitán se estaba preguntando quién demonios podía haber hecho la suplica que antes había oído, de repente la volvió a oír. Pero para su sorpresa la voz prevenía del interior de la escultura. - Libérame, por favor, y serás largamente recompensado. – dijo con una voz melodiosa. - ¿Qué eres? ¿Ángel, demonio o monstruo? – preguntó temblando de miedo mientras con la antorcha iluminaba la cara del lobo. - Múltiples nombres he poseído a lo largo de mi eonica existencia – contestó con solemnidad – pero en estas tierras fui llamado Esus. Aunque mi hogar está lejos de aquí, donde vuestros sueños y deseos prenden forma, hace milenios poderosos chamanes me encerraron dentro de esta escultura. Hace tiempo que mis ojos no ven la luz de la Luna, por lo tanto, humilmente, te pido que me liberes. - ¿Si te ayudo que gano yo? - ¿Aun os persiguen los franceses? – preguntó con burla. - ¿Qué demonios sabes tú de nuestros problemas? – inquirió el capitán sorprendido como pudiera saber lo que sucedía a fuera algo que estaba cerrado en un lugar oscuro desde antes del Diluvio. - Desde hace unos seis días os persiguen veinte caballeros y unos cincuenta infantes. – le explicó la voz con toda tranquilidad - Aunque os habéis escondido aquí dentro esperando que pasaran de largo un explorador suyo os ha visto. No os atacarán porque este lugar es fácilmente defendible aunque cuando salgáis de aquí, porque lo tendréis que hacer tarde o temprano por la falta de provisiones, se os lanzaran encima sin piedad y seréis aplastado como un insecto. ¿Sé o no sé lo que sucede? - ¿Qué puedes hacer por nosotros? – suplicó con la frente llena de sudor frio por las noticias que le había dado. - Puede que seáis solo unos diez hombres, pero si os hago más fuertes de lo que nadie es capaz imaginar podréis aniquilar fácilmente a vuestros rivales. - ¿Cumplirás lo que has dicho si te libero? - Si Aunque en su interior había una voz que le decía que se olvidara de lo que decía la estatua, que si la liberaba se arrepentiría el resto de su vida, el miedo a la muerte pudo más. Con un par de limpios golpes de espada rompió la escultura. Y después empezó todo. De los fragmentos salió un humo verde, de aspecto grasiento. Se arremolinaba por las paredes de la sala haciendo figuras caprichosas e indescriptibles. Mientras las pinturas que cubrían las paredes se derretían y caían al suelo en forma de un viscoso liquido. En medio de la sala, justo delante del capitán, surgía la más grande de ellas. Aunque al principio solo parecía una tosca columna, al cabo de poco se convirtió en un ser humanoide aunque de cintura para abajo solo era humo denso. Era de fornida musculatura, su pecho estaba cubierto con elaborados e intrincados collares hechos con millares de dientes. En su mano derecha había un largo bastón, cuyo cabezal era hecho de hueso y tenía una forma circular con un gran agujero en medio, mientras su superficie estaba grabada con dibujos de fantasticos y dementes animales. Pero lo que más sorprendía de él era su cabeza de lobo, una cabeza que escudriñaba su entorno con sus fieros ojos rojos. Después de aspirar ruidosamente dijo con sonoras carcajadas: - ¡Como prueba el aire de la libertad! ¡Después de estar encerrado unos veinte mil años incluso el aire de una infecta cueva prueba bien! - ¿Y lo prometido? – preguntó el capitán con una media voz tembloroso. - Yo soy un demonio que cumple con su palabra. Aunque me he dejado de decirte una cosa… - ¿Qué cosa? – inquirió temiendo una trampa. - Todo tiene un precio, y a veces este muy elevado – dijo riendo mientras del agujero del cabezal salía un rayo de luz densa que impacto en el pobre hombre. Mientras tenía sus ojos cegados notó como su cuerpo se transformaba. Su musculatura crecía enormemente, pronto sintió como le apretaba su cota de mallas hasta dolerle. Pero este no era el peor de los cambios. Su boca se convirtió en un largo hocico lleno de colmillos, sus orejas se volvieron puntiagudas, sus manos se transformaron en unas terribles garras, toda su piel se llenó de un espeso pelo. Cuando volvió a recuperar la vista gritó de furia en ver lo que se había convertido: - ¿Qué me has hecho maldita criatura? - ¿No te he transformado en lo que querías? ¿En un ser con una fuerza más allá de toda imaginación? Además, no solo he otorgado mi don a ti, sino que también a tus hombres. Como ya vez yo soy muy generoso. - ¡¿Qué?! ¡Nos has maldito a mí y a mis hombres, desgraciado! - No te lo tomes tan a pecho, este aspecto lobuno solo lo tendrás cuando la furia invada tu mente. O sea que solo tus enemigos lo verán. Mientras no suceda esto tu aspecto será el de una persona normal y corriente, aunque con la fuerza de diez hombres. Ahora la elección es tuya ¿Maldecirás tu suerte? ¿O aceptarás los dones que has recibido y te convertirás en una leyenda entre los hombres? La voz que antes le había advertido de la conveniencia de liberar a la misteriosa criatura ahora estaba muda. Los remordimientos de su consciencia ya eran cosas del pasado. Ahora en su interior solo había una cosa, rabia y sed de sangre. Y fue en esta oscura y maldita cueva donde unes simples hombres se convirtieron en el temor de sus antiguos camaradas. Sus perseguidores, que habían sido su tormento en los últimos días, fueron su primera sangrienta comida. Después fueron a servir a otros señores que gustosamente contrataban aquellos soldados tan eficaces sin saber en realidad que eran. Su dicha fue grande e inmensa, aunque su carrera terminó más pronto de lo que pensaban. |
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Capitulo 3: El caballero
Hacía tiempo que seguían la pista a esta banda de desgraciados, aunque nunca se imaginaron que llegarían tan lejos. Una cosa es masacrar a unos pobres desgraciados en unas estúpidas luchas feudales por un pueblucho más o menos, pero otra cosa es interponerse en el camino de Aragón. Desde siempre los reyes de Castilla, no conformándose con el inmenso poder que tenían, habían ambicionado el control total de Hispania, sometiendo a los otros reinos cristianos. Aunque hasta ahora se había evitado todo conflicto, este finalmente había estallado por la voluntad de dominio del soberbioso rey castellano Pedro I “el Cruel”. Pero para ser sinceros también la terquedad del aragonés Pedro IV “el Cerimonioso” tuvo mucho que ver. Las innumerables legiones castellanas lanzaron, en marzo de 1357, una brutal ofensiva contra el reino de Aragón que culminó con la captura de la poderosa ciudad de Tarazona. Aunque poco después empezaron las negociaciones para la paz, esto no significa que las luchas terminaran. Las huestes castellanas eran númerosas y poderosas, pero para lanzar expediciones de saqueo en territorio enemigo eran mejores los mercenarios del norte. Entre los cuales se incluían, lógicamente, los gascones. Como otros señores Pedro no sabía quiénes eran en realidad aquel pequeño grupo de soldados cuyo estandarte era la cabeza de un lobo. Le debía sorprender que siendo tan minúsculo contingente siempre finalizaran con éxito sus misiones, pero como eran tan eficaces era mejor no hacer preguntas y encomendadles las tareas más difíciles. Malón era un castillo situado cerca de Tarazona y de la frontera con Navarra que siempre había tenido una importancia estratégica. Con el tiempo a su alrededor había crecido un pueblo, tanto que incluso se levantó una muralla para protegerlo. Pero toda protección se rebeló como inútil en aquella nefasta noche . La luna no salió para ver la sangrienta matanza, pues todos los horrores allí sucedidos harían empalidecer los que hay en el Infierno. Aprovechando que Selene no dio su paseo nocturno la compañía maldito penetró silenciosamente, escalando la muralla, en Malón. Una vez a dentro, ya con su forma demoniaca, empezaron a masacrar a los pobres habitantes de la villa. La mayor parte de la guarnición del castillo, viendo que algo sucedía aunque no sabían que era, bajó al pueblo, pero fueron todos víctimas de una sanguinaria cacería. Después asaltaron la fortaleza y descuartizar a los escasos y atemoridos hombres que había. Una vez finalizada su misión, sintiéndose agotados, se fueron todos a descansar, mientras recuperaban su forma humana, en la plaza que había en los pies del castillo. Y como sucede con la mayoría de la gente después de hacer un gran esfuerzo, recompusieron fuerzas comiendo un poco. Pero su transformación había alterado profundamente sus gustos culinarios. El capitán rememoraba el encuentro con Esus mientras comía la tierna cama de un niño; un poco más allá, en la puerta de una casa de la que salía un rio de sangre, su segundo devoraba los pequeños senos de una chica que había violado poco antes con lobuna forma; otros compañeros suyos le decían en son de burla que mejor haberse comido los grandes pechos de aquella embarazada que le habían arrancada la cabeza poco antes, mientras uno de ellos tenía en la mano los restos de del hijo que le habían sacado de su vientre antes de matarla. Así ellos y sus compañeros estaban comiendo distraídamente entró en las ruinas de Malón quien sería su bochín. Iba cubierto con una amplia capa que solo dejaba ver su cara. Había venido en caballo, pero lo dejó en la entrada porque en el combate callejero era muy poco útil. Caminaba pausadamente, no quería advertir a los otros su llegada. Mientras miraba los restos de la sangrienta mortandad su fuero interno se encendía en llamas de furia justiciera. Pronto se situó en la entrada de la plaza sin que ellos se enteraran, completamente enfrascados en sus tareas. Antes de decir algo les miró un momento con ojos de lastima, pues aunque habían sido de la raza de los hombres ahora solo eran las peores pesadillas de sus semejantes. Al cabo de un rato para llamar su atención dijo con ironía: - Que? Es bona la carn humana? (¿Qué? ¿Es buena la carne humana?) - Qui dimonis ets? (¿Quién diablos eres?) – preguntó sorprendido el capitán con un pobre catalán que había aprendido de sus años de servicio al rey de Mallorca. - Un assassí (Un asesino) – contestó con tranquilidad el encapuchado. - Tu sol ens podràs matar a tots? I per que vols la nostra mort? (¿Tu solo nos podrás matar a todos? ¿Y por qué quieres nuestra muerte?)– habló con burla. - Jo sol puc acabar amb tots vosaltres, i sobre els motius que tinc per enviar-vos a l’infern només us diré que aquesta es la finalitat en la vida dels meus companys i jo. (Yo solo puedo terminar con todos vosotros, y sobre los motivos que tengo para enviaros al infierno solo os diré que esta es la finalidad en la vida de mis compañeros y la mia.) - Que ets? Un inquisidor? O ets un hospitaler que elimina als enemics de la Cristiandat? (¿Qué eres? ¿Un inquisidor? ¿O eres un hospitalario que elimina a los enemigos de la Cristiandad?) – preguntó acordándose de encuentros anteriores. - Com veig que la curiositat se’t menja, et respondré a la teva pregunta. (Como veo que la curiosidad se te come, te responderé a tu pregunta.) – dicho esto se quito teatralmente la capa, para coger después la espada y el escudo preparándose para el combate - La meva germandat fa segles que elimina qualsevol escòria que gosi amenaçar la nostra terra. Perquè us quedi clar us ho explicaré amb més detalls. Per nosaltres, els fidelis regis, la guàrdia reial d’Aragó, la nostra missió es protegir la Sagrada Corona d’Aragó de qualsevol amenaça, sigui d’aquest o de l’altre món. Per això vosaltres, que heu gosat profanar la nostra pàtria, sereu occits per la meva espasa. (Mi hermandad hace siglos que elimina cualquier escoria que ose amenazar nuestra tierra. Para que os quede claro os lo explicare con más detalles. Para nosotros, los fidelsi regis, la guardia real de Aragón, nuestra misión es proteger la Sagrada Corona de Aragón de cualquier amenaza, sea de este o del otro mundo. Por esto vosotros, que habéis osado profanar nuestra patria, seréis muertos por mi espada) Después de recomponerse de su sorpresa, y viendo que decía la verdad pues en su escudo y en la camisa que tenia sobre la cota de mallas habían el Señal de la Casa de Aragón, el capitán solo pudo responder jovial mientras, junto sus compañeros, recobraba su bestial forma: - Veig que veniu amb ànim de lluita. Doncs bé, jo i els meus homes no us decebrem pas. En guardia fideli, mostra el que saps. (Veo que venís con ánimo de lucha. Pues bien, yo y mis hombres no os decepcionaremos. En guardia fideli, muestra lo que sabes.) Justo antes de iniciar batalla el caballero susurró una breve plegaria para pedir la protección divina: - Encara que travessi pel vall de la mort, no temeré cap mal, perquè tu estàs amb mi. AMÉN!! (Aunque traviese por el valle de la muerte, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo. ¡¡AMEN!!) |
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