La caída de Balansiya (1ra parte):
No se podía decir que el mes de octubre del 1192 hubiera ido bien para los intereses de la Corona de Aragón. A pesar de que el recientemente iniciado sitio de Balansiya (
1) se iba estrechando cada vez más, principalmente gracias a la caída de la magnífica fortaleza del Puig de Enesa, tres hechos hicieron que este mes fuese inolvidable. Por desgracia.
El primero fue la traición de Richard I Plantaganet, rey de Inglaterra y Aquitania.
Mientras Sancho, señor de Pamplona, se internaba en territorio vasco para perseguir las fugitivas tropas sevillanas, Ricardo I le declaró la guerra en el 18 de octubre. Cuando nuestros diplomáticos fueron a pedir al Papa Inocencio III que excomulgara a este villano, pues había atacado el feudo de un noble mientras este luchaba contra los infieles, Su Santidad se negó alegando que nunca el conde de Navarra había declarado la guerra a los almohades, a diferencia del rey de Aragón. Y si esto no fuese suficiente, los amenazó diciendo que si Pere abandonaba la lucha contra el infiel para ir a combatir a los ingleses, el seria el excomulgado por incumplir con los votos cruzados.
Sorprendidos e indignados ante esta increíble muestra de cinismo, los emisarios se estuvieron unos días por Roma para indagar los motivos de la postura de Su Santidad. Después de sobornar a varios funcionarios de la Cancillería Papal, descubrieron con estupor que el rey inglés le había prometido a Inocencio III declararse vasallo suyo y nombrar como arzobispo de Canterbury al candidato que le propusiera, a cambio de su apoyo en la campaña contra Navarra.
La posibilidad de controlar el rico y poderoso arzobispado de Canterbury fue uno de los motivos que impulsó al Papa de Roma para dar apoyo al reino de Inglaterra
Ante esta grave injusticia nuestra majestad solo pudo rugir de rabia, y enviar, entre lágrimas por la situación en que se veía, un mensajero a su tío diciéndole que no le enviaría ningún tipo de ayuda, y que disolviera, cuando pudiera, a sus tropas aragonesas porque en ningún caso las podría usar para repeler a sus enemigos.
No obstante, Richard, que tenía las arcas bastante vacías, durante meses no convocó las huestes necesarias para atacar Pamplona.
La segunda mala noticia llegó en forma de unos nobles castellanos que se presentaron al castillo de Enesa, convertido en campamiento real mientras durase el sitio de Balansiya. Al principio Pere se ilusionó. Pensó que posiblemente Alfonso VIII había decidido participar en la cruzada, y le había enviado los mensajeros para informarle. Con este pensamiento en la cabeza preguntó a Diego López II de Haro, líder de la embajada y uno de los vasallos más poderosos del rey de Castilla:
- Estimado amigo ¿Qué buena voluntad de vuestro soberano, que le quiero como un hermano mío, os lleva a estas venturosas tierras?
- Excelentísimo y noble monarca de Aragón, nuestro señor, que os aprecia mucho, nos ha enviado para evitar que cometáis una injusticia con nuestro reino.
- ¿A qué os réferis? – preguntó Pere desconcertado por esta extraña respuesta.
- Hace unos veinte años vuestro difunto padre, que en el Cielo sea, y nuestra rey, el majestuoso Alfonso VIII, firmaron un tratado, el de Cazola, donde se establecieron los limites de expansión de nuestros reinos. Se acordó que de no ser vasalla de Castilla por Balansiya, Aragón no se extendería por Murcia ni más allá.
Cuando Pere oyó estas mezquinas palabras, se quedó perplejo. ¿Tanta soberbia albergaba en su corazón Alfonso VIII para tratar con tanto desprecio un fiel aliado suyo? ¿Castilla se creía tan importante que miraba a los otros reinos cristianos como si fuesen vasallos suyos? Con los ojos brillando de rabia, preguntó a su interlocutor:
- ¿Y si me niego?
- Pues mi soberano considerará el hecho como una grave ofensa, hecho que podría poner en peligro nuestra amistad. – le contestó con voz orgullosa.
La voluntad de Alfonso VIII de imponer la hegemonía castellana sobre toda Hispania provocaba recelos entre los reinos vecinos (Corona de Alfonso VIII, creo)
Ante la altiva respuesta del noble, nuestro rey decidió enseñarle cómo se las gastan los catalanes y los aragoneses:
- ¡
Fidelis regis (
2)! – cuando hizo el grito entraron en la tienda seis miembros de su guardia personal. Una vez a dentro Pere les ordenó – ¡Desenvainad vuestras espadas!
En ver lo que había provocado su orgullo, los miembros armados de la comitiva castellana sacaron las suyas. No obstante, en la mirada se les notaba que temían por sus vidas, pues aunque saliesen vivos de la tienda estaban muy lejos de las fronteras de su reino. Los otros se arrodillaron a tierra pidiendo misericordia. Mientras su jefe, con la espada en la mano, gritaba desesperado a nuestro rey:
- ¡Loco! ¡Estás loco! ¡Ningún hombre, cristiano o infiel, amenaza a un emisario!
- Vienes a mi casa con menosprecios y amenazas. Me ordenas, como si fuera un perrito tuyo, que no cumpla con mis votos cruzados mientras tu rey no sale de su palacio. No, he escogido bien cada palabra que decía. Puede que tú hubieras tenido que hacer lo mismo.
- ¡Esto es una blasfemia! ¡Es una locura!
- ¿Locura? ¡Esto es mi reino! – gritó con tanta furia que hasta los fidelis temblaron de miedo. Cuando se aserenó un poco le dijo con una voz burlona plena de odio – En nombre la “
amistad” que tengo con mi “
hermano” Alfonso VIII, no ordenaré vuestra muerte. Por ahora (
3). Y cuando estés delante de este malnacido, le decir puedes de mi parte que Pedro II de Aragón y I de Barcelona, verdugo de las hordas almohades, no se aturará ante nada ni nadie para liberar la tierra de Hispania del yugo de la Media Luna. Y si con esto tengo que matar hasta el último hombre de las incontables huestes de Castilla, que así sea.
Nada haría parar la voluntad del rey de Aragón de combatir a los infieles
Como podéis suponer este incidente perjudicó las relaciones entre la corte aragonesa y la castellana. No obstante no se rompió la alianza entre los dos reinos porque ninguno de los dos podía hacer frente solitariamente a sus múltiples enemigos. Pero puede que en un futuro, cuando los musulmanes hayan sido expulsados, esta fatídica reunión tenga graves consecuencias.
Lógicamente este hecho amargó al rey. No obstante lo peor aun tendría que llegar.
1: actual Valencia.
2: los
fidelis regis eran la guardia personal del rey de Aragón. Estaba formada, por derechos feudales, por miembros de la pequeña nobleza aragonesa. Su acción militar más famosa fue el infructuoso intento de salvar la vida del rey Pere el Católico (
si, el que ahora es el prota de mi relato) en la batalla de Muret (
1213), donde todos fueron muertos.
3: en realidad no lo mató porque no había ningún pozo profundo cerca :rda: .
(Continuará)